Hace algunos años estaba muy normalizado que los gatos vomitasen con cierta frecuencia, pero actualmente sabemos que el vómito crónico en los felinos es un signo de que algo no va del todo bien. Por ello, cada vez es más frecuente encontrarnos en consulta a gatos con sospecha de enfermedad inflamatoria intestinal (IBD) o un linfoma de bajo grado (LBG), y esto nos hace plantearnos muchas dudas: ¿qué diferencia hay? ¿cómo los distingo? ¿cómo los trato? Aunque ambas enfermedades a menudo suponen todo un reto, en esta publicación os vamos a enseñar todo lo que deberíais saber para poder diagnosticarlos de forma correcta.
Lo primero de todo, ¿en qué pacientes debo sospechar? Pues en aquellos con signos digestivos crónicos. En los gatos lo más frecuente es encontrarnos con vómito crónico y pérdida de peso, y en un menor porcentaje de gatos diarreas. En estos pacientes lo primero que debemos realizar es una analítica sanguínea completa incluyendo hormona tiroidea y cobalamina (vitamina B12), ecografía abdominal y un análisis coprológico para descartar parásitos.
Lo más habitual que vamos a encontrar en la ecografía abdominal es un engrosamiento del intestino delgado difuso con alteración de los ratios muscular / submucosa, siendo mayor a 1 en los tramos afectados. Además, podemos observar linfadenopatía abdominal asociada. Una de las dudas que nos pueden surgir es si podemos diferenciar un IBD de un LBG por ecografía, y la respuesta es no. Aunque por la historia clínica del paciente y la ecografía podamos inclinarnos más por una de ellas, la verdad es que en la mayoría de los casos no vamos a distinguirlas, porque la imagen ecográfica suele ser idéntica en ambas patologías.
Ecografía de intestino delgado. Se observa aumento de la capa muscular respecto a la submucosa.
Por ello, el método diagnóstico de elección para diferenciar ambas patologías es la biopsia intestinal. Y ahora surge la duda, ¿endoscopia o laparotomía? En los últimos años ha habido mucho debate sobre qué método es mejor o peor, pero según el último consenso del ACVIM sobre el diagnóstico de LBG e IBD (Marsilio et al., 2023) ambas formas son válidas para la toma de muestra intestinal, con sus pros y sus contras:
- Endoscopia digestiva completa: si se realiza con este método debemos tener en cuenta que el endoscopio debe llegar a todos los tramos digestivos (duodeno, yeyuno e íleon), y además se recomienda que el veterinario que tome la muestra tenga bastante experiencia, ya que el riesgo que corremos es que las muestras sean tan superficiales que no lleguemos a un diagnóstico fiable. Debemos tener en cuenta que con la endoscopia no cogemos el grosor completo intestinal, por lo que una muestra mal tomada puede falsear nuestro diagnóstico. La gran ventaja de la endoscopia es que al ser poco invasiva el paciente se podrá ir a su casa al despertarse de la anestesia sin ninguna incisión ni tratamiento posterior.
- Biopsia por laparotomía: mediante esta técnica podemos coger muestra de todos los tramos intestinales y, además, podemos también biopsiar el ganglio linfático u otros órganos en caso de que también haya afectación, como por ejemplo, hígado o páncreas (algo que no podremos realizar mediante endoscopia). Además, la muestra intestinal tomada será de grosor completo. La única desventaja de esta técnica es que se trata de una prueba más invasiva que la endoscopia, por lo que se deben asumir los riesgos de la propia cirugía y también que la recuperación posterior será más lenta.
Y la citología intestinal, ¿se puede usar? No es una prueba de elección para el diagnóstico de IBD o LBG, pero en el caso de masas intestinales localizadas que nos puedan hacer sospechar de un linfoma de alto grado u otra neoplasia digestiva sí que es una prueba recomendable.
Una vez que tengamos la biopsia, en el caso de que el infiltrado sea linfoplasmocitario, es posible que el patólogo nos recomiende realizar otra prueba confirmatoria, ya que en muchos casos la histopatología no es del todo concluyente. Generalmente los laboratorios nos pueden recomendar realizar inmunohistoquímica o PARR para confirmar el diagnóstico.
Y una vez que tengamos nuestro diagnóstico la pregunta será, ¿hay diferencias en el tratamiento? Pues sí, las hay. Debemos tener en cuenta que el IBD es una enfermedad inflamatoria, por lo que el tratamiento va encaminado a buscar la causa de dicha inflamación y en la gran mayoría de los casos poner un tratamiento antiinflamatorio basado en corticoides. Sin embargo, el LBG es un proceso neoplásico, por lo que el tratamiento antiinflamatorio aunque a priori nos puede ayudar no va a tratarlo al 100%.
Por tanto, uno de los motivos principales por el que debemos llegar al diagnóstico definitivo es que añadiremos quimioterapia a aquellos gatos que estén diagnosticados de LBG. Y además, el pronóstico varía en función del diagnóstico, siendo mejor el diagnóstico de IBD que de LBG, aunque cabe destacar que el LBG digestivo en gatos tiene buen pronóstico y la tasa de respuesta a la quimioterapia es alta.
Por último, te recordamos que si tienes algun caso que se te resiste puedes contactar con nosotras para realizar una consulta presencial o por videoconferencia y así poder valorar mejor tu caso.